martes, 31 de diciembre de 2013

LA BOLA DEL AÑO NUEVO


Es tradición española de poco más de un siglo la celebración del Año Nuevo comiendo las doce uvas al ritmo de las campanadas del reloj de la Puerta del Sol. Previamente al comienzo de las campanadas, la bola dorada ubicada en el templete del reloj desciende lentamente y luego comienzan las señales de los cuartos y las doce campanadas propiamente dichas. El descenso de la bola es pues el aviso de que el Año Viejo está a punto de extinguirse. El acontecimiento es bastante simbólico aunque nadie haya pretendido dotarle de ese significado: la bola, el mundo, desciende y se quita de en medio para que surja el mundo nuevo que se anuncia con campanadas. Ese sentido tiene la famosa celebración del Fin de Año neoyorquino en la plaza de Times Square, donde una gran bola de cristal multicolor de cinco toneladas desciende desde una torre de veintitrés metros.
Sin embargo, la bola de la Puerta del Sol cumplía una función originaria del siglo XIX, que era la de servir como referencia de sincronización visual de todos los relojes de la villa. La bola ascendía cinco minutos antes del mediodía, y a las doce en punto comenzaba a bajar. Esta función era común en todos los relojes principales de la época, como el del observatorio de Greenwich, unas décadas anterior al de la Puerta del Sol. Se les llamaba “bolas horarias” o “time balls”.

Tanto el uso de la bola horaria de la Puerta del Sol como la toma de las doce uvas como rituales de cambio de año son tradiciones recientes, de origen casual pero que han cobrado arraigo, sin duda por su carga simbólica inconsciente. Las uvas no pueden ocultar su simbolismo pagano, dionisíaco, generadoras del vino que transporta al éxtasis. 

Éxtasis por liberarse de un año cargado de pesares que ya se van a dejar atrás. Éxtasis por empezar un año nuevo, limpio, cargado de promesas y de ilusión. Morir para renacer renovado, ese parece ser el significado de la celebración.

La bola de la Puerta del Sol y la de Times Square, por muy doradas y multicolores que sean, por muy festivas e ilusionantes, ¿no serán simplemente “bolas”, engaños de la fantasía para ir tirando sin desfallecer? Claro que a lo mejor hay suerte.

¡Feliz Año Nuevo!

lunes, 30 de diciembre de 2013

LA MÚSICA DEL LENGUAJE

La escritura convierte en imagen el sonido de las palabras. Pero el origen de la expresión evolucionada está en el lenguaje oral. Pensamos con lenguaje silenciado, y eso simplemente por hacerlo en privado o porque no se conozcan nuestras intenciones; también porque así pensamos más rápido. Junto a las ideas, el sonido despierta emociones, y las emociones son el alma de la literatura. Aunque leamos con habla silenciada, las emociones asociadas a la sonoridad de las palabras y las frases llegan a nuestra mente por arte y magia de la estructura de nuestro sistema nervioso. Antiguamente se leía en voz alta, como hacen los niños que aprenden a leer, estableciendo una conexión profunda y personal con el autor, como si nos estuviera hablando. Más tarde, y por los mismos motivos que la manera de pensar, la lectura se volvió subvocalizada, silenciosa. Sólo la poesía, a veces, se lee en voz alta para extraer más vivamente las emociones que suscita.

En el mundo actual, sumergido en montañas de información que hay que asimilar, se ha impuesto la lectura rápida, consistente en interpretar las palabras sólo por su imagen escrita, como si no existiera su sonido, como si se tratara de un lenguaje de signos. Más aún, la prisa por extraer la información contenida en un texto nos hace prescindir de palabras secundarias como los artículos, preposiciones, adjetivos, e incluso de oraciones enteras que podemos considerar “paja”, para ir directos al“grano” del contenido. Y así, se desliza la vista por el texto de manera panorámica para captar esa esencia del contenido. Quizás ha llegado el momento de generalizar un lenguaje escrito de tipo taquigráfico, cosa que ya se apunta en las redes sociales y mensajerías de texto

Pero para disfrutar con plenitud del lenguaje escrito, siempre nos quedará la literatura. No sólo se crea arte con un buen argumento, con un estilo atractivo, con un ritmo de ideas que llene de armonía un relato o con una manera de exponer que provoque efectos sicológicos diversos en el lector, como la sorpresa, la reflexión o la participación en el relato. También se hace arte y se materializa lo anterior con una sabia elección fonética de las palabras, con el empleo de una sintaxis que construya melodías en base a sonoridades y pausas. La prosa tiene también su ritmo, su musicalidad, lo mismo que la poesía. Quizás se piense que eso es accesorio, artificial, que las emociones que despierta son gratuitas, pero si se ponen al servicio de la idea, de la narración, se convierten en arte. Y así podemos hablar de textos lentos o ágiles, ligeros o plomizos, alegres o melancólicos, etc.

La riqueza de expresión no debería sacrificarse al uso de una sintaxis demasiado estricta, sino que ésta debe dejar libertad para crear el ritmo de la prosa. Por eso, su papel debería limitarse al uso de unas reglas breves de interconexión de palabras y frases que hagan el conjunto inteligible, sin ambigüedades ni dudas, que permitan una lectura fluida y comprensible del texto sin tener que hacer relecturas e interpretaciones de sentido. No se puede ignorar, sin embargo, que las personas tienen distinto poder de captación de contenidos, y el número de palabras relacionadas que una persona retiene de una vez, sin necesidad de pausas, es variable. Hay escritores que usan frases muy cortas, como Azorín, y otros que las usan muy extensas, de varias líneas incluso, como Proust; algunos que hilvanan párrafos inmensos, de varias páginas, y otros que los utilizan de una sola oración. A fin de cuentas, eso pertenece al estilo del autor y al ritmo del texto. Para terminar con esto, no podemos olvidar que la sintaxis es cambiante a lo largo de los tiempos y que a veces se emplea de manera caprichosa y personal por algunos grandes autores. Otros, menos grandes, la usan deliberadamente para crear cierto grado de oscuridad y dificultad de entendimiento que hacen parecer sus textos más profundos.

Pero volviendo a la musicalidad del lenguaje, para terminar, su uso suele ser intuitivo, asociado al estilo personal, que busca una mayor o menor cadencia en cada texto o pasaje. Aunque puede hacerse consciente, manejarse con intención de varias maneras, ajustando los pies acentuales de las palabras en la frase o las alternancias entre frases cortas y largas, por ejemplo. Baste como muestra este ejercicio de prosificación de un poema de Vicente Martín, que subyuga con su melodía:

Cayó ahora la tarde, era otoño tan sólo hace un momento y no hay noches de otoño, sólo tardes, nostalgias de la tarde sobre estrellas como gotas de cristal. La taza de café, que ya no humea, se enfría al mismo ritmo con que avanzan el vacío y la tibieza. Detrás de mi ventana, sólo un órgano invisible destila un miserere. Y mientras tanto, aunque sé que tengo un llanto por llorar, beberé de esta suerte que aún me queda de otoños regalados, tomaré el incienso que se inmola cada día, como ofrenda, en el ara del ocaso.

jueves, 19 de diciembre de 2013

LA LOTERÍA DE NAVIDAD

Navidad, Navidad madrileña, las aceras cubiertas de hojas del otoño tardío, algunas verdes aún, perezosas en morir, desprendidas por el viento frío del invierno recién llegado. Las calles, inundadas por el rio de ojos deslumbrantes de los coches, jalonadas en lo alto por lienzos suspendidos de luces de colores, de racimos de uva rojos y dorados. Oh, oh, brillan y destellan las gigantes geometrías de cristal de nieve que cubren las fachadas del Corte Inglés, y más aún, hechiza con su magia ese árbol inmenso de oro luminoso que se alza en el centro de la Puerta del Sol, igualando en altura al famoso reloj de las doce campanadas. ¡Qué esplendor ese árbol deslumbrante, cubierto de bombos de lotería en su superficie! Sí, son bombos de lotería y no esferas terráqueas como la que corona la cúspide del árbol. Bombos de lotería que invocan a la suerte. La Navidad es una invocación a la esperanza, a la ilusión de que todo puede ser mejor, de que nos puede tocar la lotería de la vida y no sólo la del día 22. En la del día 22 confían ciegamente muchos que ignoran el cálculo de probabilidades, y hacen largas colas ilusionadas ante la administración de la prestigiada Doña Manolita. En la otra, quién sabe cuántos ni dónde hacen interminables colas. 

Por unos días, el mundo se para, se libera de su carga y las personas vuelven a ser plenamente humanas, aptas para la felicidad y el amor. Es como si lo verdadero hubiese estado escondido, sojuzgado, impedido. Y entonces resurge la fantasía y pensamos que es posible la felicidad  durante el resto del año. Luego llega el sorteo y no toca, se muestra el feo rostro de la realidad, de las confrontaciones, de los egoísmos y los problemas. Pero antes es Navidad, sólo Navidad, es el nacimiento del hombre en su auténtica dimensión, pleno de entusiasmo. 

Los mendigos de la Calle de Preciados acentúan estos días sus papeles tan bien ensayados, como “el postrado”, con la cabeza en el suelo escondida entre los brazos y sollozando continuamente, el eco de su llanto surgiendo lastimero del hueco de su cuerpo humillado; o “el manco”, manco total, desde la raíz de sus brazos en los hombros, que agita fuertemente un vaso sujeto con la boca y con algunas monedas dentro a la manera de sonajero. Lo agita con exigencia, con orgullo, con energía que no cesa mientras grita sonidos ininteligibles, quejidos angustiosos de impotencia, toda su voluntad puesta en los poderosos músculos de su cuello, como otros la ponen en la fuerza de sus brazos. También los mendigos están preñados de esperanza y actividad en estos días, confiando en una generosa recaudación. El caudal de personas que fluye por las arterias peatonales se entrevera con encuestadores de dos minutos, con repartidores de propaganda, con gentes llegadas de cualquier provincia para hacer las compras navideñas, ávidas de hacerse fotos con sus smartphones. 
 
Es la Navidad.  Hay quien dice que toda la ilusión de estas fechas es falsa, que habría que pasar de ella, que es humo; pero si al menos somos capaces de ser felices unos breves días, no se habrá perdido todavía la memoria de la felicidad, la capacidad para el amor.

Feliz Navidad a todos.

 

martes, 26 de noviembre de 2013

EL TONTOMÓVIL

Viajar en el metro madrileño a determinadas horas es un espectáculo deplorable, no por lo concurrido y por tener que compartir el reducido espacio del vagón, en proximidad forzosa, con mucha gente, sino por el fenómeno del tontomóvil. Todos juntos y todos ignorándose, sumidos la mayoría en el uso de su tontomóvil, ajenos a la circunstancia real en que se hayan. Y lo llaman “smartphone”, o sea, “ teléfono listo”, que sin duda lo es por sus prestaciones, pero la realidad es que casi todos lo utilizan como teléfono tonto, como un sustituto de bolsillo de la veterana “caja tonta”, es decir, un artilugio que nos absorbe y nos libera del tener que pensar, de tener que decidir, de tener que interactuar con los presentes en esos momentos que transcurren en tránsito o sin ocupación concreta. Simplemente hay que dejarse llevar por sus entretenimientos, sus mensajerías instantáneas en las que los conocidos encuentran la manera de evadirse intercambiando banalidades, fotos, videos. Bueno, al menos es una manera de socializar, de sentirse en contacto superficial con mucha gente a la manera del cotilleo y la charla intrascendente entre amigos, pero sin el aliciente del contacto directo. No llega ni con mucho a los efectos socializantes del despiojarse mutuo que practican los simios.
 
Nos hemos vueltos demasiado indiferentes hacia los demás, hasta el punto de estar dos personas frente a frente y cada una evadida en el mundillo oculto de su cajita. ¿Tan poco hemos llegado a valer y significar las personas? Quizás somos demasiados en algunas partes, o demasiado iguales, o demasiado vacíos ya para despertar el interés mutuo. Que un grupo de jóvenes se reúnan para estar cada uno mirando su tontomóvil es un síntoma grave. Que una pareja haga lo mismo cuando están juntos, también; que se hagan una foto con el brazo estirado mientras se dan un beso, para enviársela inmediatamente a los amigos, raya ya la idiotez. Y que se vea, como yo he visto, a alguien corriendo por el campo, perfectamente equipado para esa actividad deportiva, haciéndose foto tras foto sin dejar de correr para enviarlas también a sus conocidos con el mensaje de “estoy corriendo” o algo parecido, ya implica la idiocia completa. Y es que lo importante parece ser no ya lo que se hace, sino lo que se hace público entre los amigos. El placer del acto se ha sustituido por el placer de la exhibición, como si existir consistiera exclusivamente en ser visto. El sujeto ha desaparecido y se ha convertido en objeto.
 
Tan adictivo puede llegar a ser el aparatito, que su pérdida o no disponibilidad ocasional produce angustia e inseguridad. Estar desconectado del mundillo virtual de relaciones no se puede soportar, y el tontomóvil acompaña al adicto en todos los instantes del día, incluso por la noche, debajo de la almohada. Existe un síntoma que avisa de la gravedad de la adición, y son las llamadas fantasma. Cuando se lleva cierto tiempo sin recibir ninguna llamada o aviso de mensaje, se oye el tono a pesar de no haber sido llamados. Los males que conlleva la adicción son un aislamiento de la realidad, una desconexión del espacio físico y de las personas que te rodean. Un autismo electrónico, a fin de cuentas.
 
Y lo peor es que España lidera el ranking de proporción de tontomóviles en Europa. Será que somos los más comunicativos… o los más tontos.

miércoles, 30 de octubre de 2013

ESCRIBIR BIEN



Expresarse bien es la condición necesaria para hacerse entender. Cualquiera, incluso los que escriben mal, estarán de acuerdo en eso aunque consideren  que se pueden simplificar mucho las cosas empleando atajos y abreviaturas. Esto nos lleva a la jerga usada en Internet, en los móviles, etc. ¿Por qué escribir “qué te parece” si podemos abreviar a “k te parece”? Cuanto menos tecleemos más rápido enviaremos nuestro mensaje, en ese ritmo neurótico de comunicación que intenta responder a un montón de amigos, superficiales o no, que se adueñan de nuestro tiempo con mensajes banales que no conducen más que a esa falsa sensación de estar interconectados con el mundo, de no estar solos. Son los tiempos que corren.
No obstante, no son los tiempos actuales los que únicamente manejan el lenguaje a su antojo. También escritores famosos, incluso premios Nobel, han tirado a veces por la calle de en medio suprimiendo comas, puntos o mayúsculas en un afán de originalidad o singularidad expresiva. El lenguaje es algo vivo que cambia con el tiempo, y una cierta anarquía en su empleo es la condición previa para ensayar nuevas formas, aunque eso no justifica que todo el mundo lo ponga patas arriba. Porque el lenguaje es cultura, es historia y raíces, y cuando escribimos estamos dando testimonio de todo ello. Las faltas de ortografía quiebran esa historia del lenguaje, porque no se trata sólo de registrar la fonética de cualquier manera, sino de conservar las raíces de los vocablos. No es lo mismo escribir “imbécil” que “invecil”, aunque suene igual en el habla común, porque el vocablo deriva del latín “imbecillus” y aunque hay polémica en cuanto a la etimología exacta, con bastante probabilidad estamos aludiendo al término “bacillum”, báculo pequeño o bastón, símbolo de la sensatez que aporta la experiencia, la edad. Así, im-becillus significaría sin báculo, sin sensatez, demasiado joven, ignorante e inexperto. Naturalmente, no es necesario saber latín para escribir en castellano, pero debería bastar la sospecha de que el lenguaje no es algo arbitrario para guardarle cierto respeto.
Y luego está la sintaxis, el uso adecuado de las oraciones, la correcta colocación de las comas, los puntos, etc. Y aquí sí que no hay que remontarse al latín sino a la lógica más elemental. Porque no es lo mismo escribir  “El maestro dice, Jaimito es un ignorante” que escribir “El maestro, dice Jaimito, es un ignorante”.  Un ignorante posiblemente escribiría todo seguido sin ninguna coma, “El maestro dice Jaimito es un ignorante”, pensando que como él sabe lo que quiere decir, los demás entenderán su pensamiento sin más. Ejemplos no tan chistosos como éste se pueden leer con frecuencia, teniendo que adivinar el significado de la frase por el contexto.
Pero no es sólo escribir, sino en general expresarse bien incluso verbalmente, aunque aquí ya entran otros medios expresivos ajenos a la rigidez del grafismo, como es la entonación, los gestos, las pausas de distinta duración, la intencionalidad, etc. La comunicación verbal es más rica y puede permitirse muchas libertades que no toleraría la escritura, porque, en todo caso, las palabras se las lleva el viento pero lo escrito permanece (verba volant scripta manent).

 

jueves, 24 de octubre de 2013

LA MODA... EN PERROS

Sí, sí, los largos tentáculos de la moda no se limitan a controlar el vestido, los accesorios, los coches, los bares y locales diversos, etc., etc. También alcanza a los perros –odio llamarlos mascotas ya que es un término más ambiguo que se refiere a cualquier cosa, animal o persona que trae suerte, a la manera de un talismán. Pues eso, que los perros están sujetos a la moda lo mismo que un bolso o unos zapatos. Pero no es que la moda condicione su manera de esquilarlos o cómo ponerles un lazo o una mantita de invierno, sino que todo el perro se convierte en moda en virtud de su raza. Así, hay razas que saltan a la popularidad y todo el mundo quiere tener un perro de la misma, y al contrario, razas que quedan en desuso y la gente casi se avergüenza de sacarlos a la calle, cuando no los abandonan en cualquier gasolinera de autopista para poder comprarse enseguida otro perro más actual. Qué barbaridad, es un síntoma más de la estupidez y falta de sentido de los tiempos que corren. Porque un perro es una personita que encierra un caudal inagotable de sentimientos hacia sus amos, una compañía fiel y abnegada. Tratarlo como una cosa es no saber lo que se tiene entre manos. Esperemos que con la creciente degradación de los valores no se acabe incluyendo a las personas en esta dinámica de la moda. Tendría gracia que uno cambiara de pareja porque se ha puesto de moda la raza afgana, o irlandesa o etíope. Y es que cuando la moda se aplica a los genes, puede pasar de todo.

Hace tiempo, se elegía generalmente a un perro de compañía por su carácter, más o menos en consonancia con el de su dueño, y con las posibilidades de espacio vital para el animal. También influía de manera inconsciente, lo he observado muchas veces, un curioso parecido fisionómico entre perro y dueño, cosa que me hacía mucha gracia. No se podía tener mayor empatía e identificación con el animal. Pero ahora, si se ponen de moda los chuchos feos, de morro aplastado y ojos saltones, ahí tenemos a la gente cargando con esos bichos que respiran con gran dificultad, babean y roncan. Es un sufrimiento ver lo mal que llevan su vida los pobres animales. Si se ponen de moda los perros agresivos, de esos que se te comen al niño o le muerden a las visitas, pues ahí tenemos a la gente arrastrando por las calles a esas fieras que te miran con ojos asesinos. Luego está también la moda de los pequeñines, miniaturas de perro muy vivas, que los puedes llevar en cualquier sitio. En miniatura los hay de todos los tipos, desde bolitas algodonosas hasta famélicos canecillos sin pelo, tipo murciélago, de miembros delgados y huesudos y ojillos vivaces, pasando por preciosos galgos miniatura  que parece que van a romperse. Y hasta los hay del tipo feo, de hocico achuchado y baboso, y con extremidades robustas y arqueadas como sus congéneres de tamaño normal. En fin, la variedad es inmensa y no he querido citar nombres de razas para no hacer propaganda.

Pero lo que es asombrosos del fenómeno es ver cómo en sólo un par de años las calles se llenan del perro que está de moda. Qué tiempos aquellos en que un inteligente pastor alemán te hacía compañía durante toda su vida, o un setter irlandés de hermoso pelo rojizo disfrutaba jugando con los niños de la familia hasta que se hacían mayores. Y es que la moda es el mecanismo que garantiza la renovación rápida de las cosas para aumentar el negocio de los productores, en este caso de los criadores de perros. Y lo han conseguido, mezclando razas, combinando genes, inventando tendencias que arrastran a los incautos consumidores. Una lástima.

 

sábado, 19 de octubre de 2013

EL HAMBRE DEL MUNDO

Es doloroso conocer que, a grandes rasgos, ochocientos millones de seres humanos pasan hambre y casi la misma cantidad padecen sobrepeso. Naturalmente, ambas cantidades pertenecen a “mundos” distintos, unas al tercer mundo y otras al mundo opulento, separados no sólo por miles de kilómetros sino por siglos y milenios de cultura y desarrollo. En el mundo opulento se producen alimentos en cantidad suficiente para alimentar con creces ese hambre del tercer mundo, pero el exceso de alimentos se desperdicia, se tira a la basura por indolencia y falta de control en el consumo doméstico y en la producción agrícola e industrial. El problema de los excedentes es cómo hacerlos llegar a los hambrientos, venciendo múltiples barreras: las de la caducidad, las del coste del transporte, las de la corrupción en las estructuras de los países necesitados y la especulación de los mercados. Cuesta menos producir un alimento que llevarlo donde se necesita, sobre todo si en esa distribución existen intereses e intermediarios corruptos.

No parece haber solución, habría que cambiar el mundo por completo. Nuestras fábricas tendrían que producir alimentos en el tercer mundo y para el tercer mundo, de manera que los excedentes se pudieran distribuir allí fácilmente, o bien habría que traer parte del tercer mundo aquí para alimentarlo con lo que nos sobra. ¿Cómo podemos entonces combatir la inmigración ilegal y tener la conciencia tranquila? Si no resulta rentable para las empresas establecerse en el tercer mundo, ¿por qué no repoblar nuestros pueblos abandonados con esos contingentes de personas que sólo ansían una vida básica, comida y alojamiento? Ya no harían falta tantas ONG poco eficaces, tanto voluntariado ingenuo y tanto sentimentalismo dudoso. Ahora serían los Estados los que tendrían bajo su responsabilidad esta tarea de realojamiento de las poblaciones.  Pero otra vez tropezamos con la utopía, porque sin duda existirían problemas interculturales, conflictos, necesidad de dirección y organización. Se crearían una especie de reservas geográficas y étnicas que habría que atender y a las que prestar servicios sociales. Al menos, las ONG tendrían más fácil su tarea sin necesidad de salir del país y complementado la acción del Estado. Sería una solución más rápida que pretender resolver los problemas de desarrollo y estructura social y política de los países atrasados. La pregunta de oro es si habría suficiente espacio en los países desarrollados para realojar sin demasiados conflictos a esos ochocientos millones que pasan hambre. Y eso por no hablar del coste de ese desplazamiento humano hacia los diferentes países.

En fin, todo es más complejo de lo que parece, y el problema se agrava al considerar que una parte de la población hambrienta lo es debido a las guerras locales que provocan cantidades ingentes de desplazados a los países fronterizos, o bien debido a catástrofes naturales o climáticas. Habrá que seguir contemplando el horror de las hambrunas durante mucho tiempo, haciendo necesaria la ayuda puntual de los países ricos. El mundo global –en su dimensión humana– está todavía muy lejos de poder alcanzarse.

jueves, 3 de octubre de 2013

UNA NARIZ EN LA FRENTE

Todas las narices arrancan de la frente, del límite inferior de la frente. Pero la de un chino, operado recientemente para reconstruir la suya después de un accidente, se dirige inclinada hacia arriba, hacia el cabello, quebrando todas las leyes de la anatomía, de la costumbre y de la estética. Diríase que estamos ante un rostro cubista, despiezado y reconstruido al albur en un alarde de las posibilidades de la cirugía plástica. Da hasta grima contemplar una foto del sujeto -que no se incluye-, por no hablar de los sentimientos que debe experimentar el susodicho.

Sin duda alguna, han debido primar consideraciones quirúrgicas, anatomía de los tejidos, etc., pero lo que no se ha considerado en la operación es el derecho a la propia imagen, a la dignidad de la persona. No se puede poner una nariz en la frente ni una oreja en la barbilla o un brazo en la cadera, por mucho que se favorezca la implantación de los tejidos. Debería tenerse un respeto casi sagrado a la forma natural humana, aunque diversas modificaciones de la misma resulten también operativas. ¿Sería admisible que en determinados oficios, por resultar ventajoso, se implantara un ojo en la nuca, o cuatro brazos en vez de dos? Posible quizás lo sea, pero aberrante y enajenado también.

Ya produce bastante impacto sicológico la cirugía estética al uso, que altera –se supone que para bien- la forma natural de determinados órganos, pero modifica la percepción de la personalidad habitual por los demás y por el propio sujeto. Y cambiar un órgano externo de sitio, aunque sea temporalmente, ya es pasarse diez pueblos.

Naturalmente, la implantación de esa nariz china no es definitiva, sino un paso intermedio para favorecer el crecimiento de los tejidos, de cara a una colocación final en su sitio. Aunque podían habérsela implantado en la barriga, bien tapadita, o al menos ponerle un amplio gorro al operado.

En todo esto, lo que produce turbación e inquietud es esa indiferencia y banalidad con que se modifica lo natural, como si la cara fuese sólo una forma y no el espejo del alma, como reza el conocido dicho. Y me pregunto qué alma le corresponde a un rostro con la nariz en la frente.

domingo, 1 de septiembre de 2013

SIRIA: LA GUERRA DE OBAMA

Al premio nobel de la paz Barak Obama se le está poniendo últimamente cara de circunstancias debido a su intención de intervenir en la guerra de Siria. El premio se lo dieron a título previo, para que fuese un promotor de la paz en los escenarios internacionales en conflicto, y no como sus antecesores en el cargo, que protagonizaron sangrientas guerras que nunca trajeron la paz ni alcanzaron los objetivos previstos: Vietnam, Afganistán o Irak, por citar las más sonadas. Pero es que en materia de guerra, los presidentes americanos sólo ponen la cara ya que detrás hay todo un entramado de intereses políticos y económicos nacionales que les trascienden y les obligan. Dura labor de presidente esta de tener que poner cara de circunstancias, de ser actor a pesar suyo, de mentir a su nación y al mundo esgrimiendo motivaciones morales y humanitarias que encubren las verdaderas razones. Es el peso del cargo. Lo tomas o lo dejas. También te ha tocado una guerra, Obama.

Dicen que en Siria el ejército ha usado armas químicas, y todas las televisiones de Europa y América exhiben dramáticas fotos de hombres, mujeres y niños abatidos por ellas. Pero hay quien dice que el origen de las fotos es dudoso, así como el número de víctimas. Y lo más dudoso es el bando autor. Parece al menos extraño que el ejército sirio, que está venciendo a las guerrillas opositoras y que cuenta con un armamento potente, se vea necesitado de usar armas químicas, más propio de un bando que lucha a la desesperada o de ocultas maniobras de terceros para provocar la intervención internacional. En Irak también se justificó la invasión por la supuesta existencia de armas de destrucción masiva que nunca aparecieron.

La muerte en la guerra siempre es dramática, sea con armas químicas o no, y hasta ahora han muerto 100.000 personas en Siria en los dos años que llevan de guerra, amén de dos millones de desplazados de los que la mitad son niños. Pero eso no parece ser suficientemente dramático para EEUU frente a un episodio de empleo de armas químicas, prohibidas en la mayoría de los países aunque no en Siria. Parece que los americanos ya han olvidado que ellos las usaron con profusión en Vietnam, y hace poco en Irak. ¿Deberían ser juzgados internacionalmente por ello?

La realidad es que el episodio de las armas químicas es el pretexto para la intervención en el conflicto por razones estratégicas en Oriente Medio. La política de EEUU en la zona parece basarse en la atomización de los núcleos de poder, de manera que no se configuren potencias que tengan demasiada influencia y control sobre el territorio y sus ricos recursos energéticos, llave del desarrollo industrial y económico de Occidente. Sumiendo en el caos a los países más relevantes, se garantiza la necesidad de llegar a acuerdos y negociaciones en los que EEUU puede intervenir de manera decisiva para sus intereses. Y lo que no parece importarles es el ingente coste en vidas humanas y el desastre económico y social en que dejan durante muchos años a esos países sumidos en la guerra civil. Después de todo, serán buenos clientes en la compra de armamento.

La moral de doble rasero sombrea el gesto y blanquea aún más las incipientes canas de Obama, aunque es claro para algunos que en el mundo hay buenos y malos, y hay cosas que a los malos no se les pueden permitir.

domingo, 21 de julio de 2013

LA REALIDAD VIRTUAL

Aunque el término alude estrictamente a la recreación electrónica de sucesos reales en los que poder sumergirse, usando visualización en tres dimensiones, sonido holofónico e incluso sensaciones táctiles y olfativas, la idea es todo lo antigua que queramos pensar. El cine en relieve fue ya un antecedente notable, y después han aparecido aplicaciones y equipos como los simuladores de vuelo o los videojuegos, que usan las técnicas de realidad virtual. Pero el invento es muy antiguo, pues qué decir de la literatura, que ha sido siempre la fuente donde hemos bebido las mayores aventuras virtuales gracias a la magia de la imaginación.  Y antes de la literatura, es decir, de la escritura, ahí estaban los relatos que se han contado ante el fuego del hogar desde la más remota antigüedad prehistórica, gracias al milagro de la palabra y el pensamiento.

Sin embargo, la moderna realidad virtual es mucho más prosaica, más en consonancia con nuestro tiempo desangelado, ya que utiliza como medio para la recreación, exclusivamente, las impresiones de los sentidos. Podría utilizarse como un complemento de una historia interesante, que potenciara y avivara las sensaciones y vivencias. Aunque eso está muy lejos todavía. De momento no llega ni a espectáculo, y se queda en mera experimentación y desarrollo.

Pero hay más virtualidad todavía en nuestro mundo, tanta como el aire que respiramos en cada momento, contaminado con los productos tóxicos secundarios de nuestra productividad. La apariencia, el culto a la imagen, la información engañosa, los artículos de consumo inoperantes que se venden merced a campañas agresivas de marketing, etc., etc. Por no hablar de la política o la historia. Todo sucede como si viviésemos en un mundo virtual, aparente, que no existe. ¿Será esa la condición humana, la de tener que imaginar un mundo a partir de las sensaciones que nos llegan? Y lo peor del asunto es que esas sensaciones están provocadas y manipuladas en beneficio de los interese de algunos. Sí, habitamos un espacio virtual, un mundo mental recreado por otros en gran parte. Y la única rebeldía posible es la de refugiarse exclusivamente en las sensaciones por sí mismas, como único valor, ya que los relatos de la realidad se han vuelto en contra nuestra.

Ahí es donde alcanza interés esa realidad virtual electrónica desligada de los relatos, inductora de meras sensaciones. Triste destino el tener que ser  posmodernos.

domingo, 30 de junio de 2013

HACER DEPORTE

El otro día estuve en una macro-tienda de deportes en busca de un accesorio que necesitaba para otros fines no deportivos. Desde hace años mi deporte favorito consiste en caminar por el campo, por lo que hacía mucho tiempo que no entraba en dichos establecimientos. Mi sorpresa fue grande cuando me di cuenta de que no veía ningún tipo de aparato para la práctica de deporte, y que todo lo que había a la vista era ropa deportiva. Después de recorrer el establecimiento, conseguí descubrir algunos rincones donde había raquetas de tenis, palos de golf, etc. ¡Cielos! –me dije–,  en mis tiempos juveniles lo que se vendía en estos sitios eran principalmente aparatos de deporte, y la ropa era algo secundario, pongamos que en proporción del 25%, ya que siempre podía uno equiparse de cualquier manera, a expensas de lo que se tenía en casa y que servía para cualquier deporte. Sin embargo, ahora veía que la proporción se había invertido, y la ropa alcanzaba el 75 u 80 %, haciendo ver que eso era lo esencial para hacer deporte. Los tiempos cambian –pensé– y a lo mejor hacer deporte consiste actualmente en vestirse de deportista, cuanto más adecuadamente mejor. Después de todo, la imaginación es lo que cuenta, y la misma fantasía se ponía antes manipulando torpemente una raqueta de tenis hasta creerse un campeón, que disfrazándose ahora de Nadal para exhibirse en la cancha. Claro que al menos antes se hacía ejercicio duramente al esforzarse en darle a la pelota, mientras que la exhibición actual de vestuario quema muy pocas calorías.

No es de extrañar, vivimos tiempos donde lo que prima es la apariencia, la imagen, y por lo menos en foto se da muy bien la talla de deportista. Si a esto se une la afición desmesurada por la ropa, pues ya tenemos el resultado.  Esto de la adicción a la ropa es posible que haya existido siempre entre las clases adineradas, pero su popularización debido a la confección industrializada por tallas  es algo nuevo que ha prendido como la pólvora y propiciado el culto a la imagen al alcance de todo el mundo.

El poder de la imagen, el engaño de la imagen, ese truco eterno de la apariencia que practican desde los insectos hasta los mamíferos pasando por todas las  jerarquías del reino animal. ¿Cómo no habría de hacerlo el hombre también?

Dicen que el hábito no hace al monje, pero lo simula tan bien que en estos tiempos donde todo se mueve al compás de la imagen, vale igual ser o no ser; lo importante es parecerlo y en torno a ello se hacen los negocios, se promueve el consumo,  se condicionan las conductas…  y se generan  a la larga los desengaños.

Visto lo visto en la macro-tienda de ropa-deportes, me reafirmo con tenacidad en mi deporte favorito: caminar por el campo vestido de cualquier manera. 




 

lunes, 17 de junio de 2013

LOS ESCRITORES INDEPENDIENTES

A un lector cualquiera, no conocedor del complicado mundo editorial, lo primero que se le ocurre preguntar ante el fenómeno de los escritores independientes es ¿independientes de qué? Tal vez esté más familiarizado con el mundo de la música o el cine independientes, ambos alusivos a un tipo de arte que se crea y se exhibe fuera de los circuitos habituales, y ajeno por tanto a las productoras comerciales. Se trata en ambos casos de obras de estilo emergente, renovador, y por eso mismo rechazadas por las grandes productoras dada su difícil comercialización. Lo que mueve a estos autores músicos o cineastas independientes es desarrollar un estilo y vocación propios o de grupo que se sale fuera de los parámetros y etiquetas de los géneros reconocidos.

Estos movimientos han existido siempre y a ellos se debe la renovación de la cultura. Cuando los nuevos estilos triunfan, son asimilados e incorporados a los circuitos comerciales tradicionales.

Con las facilidades de edición y difusión que proporcionan las actuales redes digitales, estos mundos “underground” son más visibles, y facilitan el acceso a las productoras convencionales una vez que demuestran una buena aceptación por el público del medio digital.

En el caso de la literatura, sin embargo, parece que la aparición de un movimiento de escritores independientes no se corresponde a nuevos géneros o estilos de difícil comercialización, sino al deseo frustrado de multitud de escritores que no consiguen acceso a las editoriales. Hay un exceso de oferta de autores, por decirlo así, y se encauza hacia la autoedición y divulgación digital de las obras. Este parece ser el objetivo más frecuentes de la gran masa de escritores independientes, que se conforman con salir a la luz sin grandes pretensiones económicas. En general, no se ve en ellos una renovación de estilos ni géneros, sino la simple emulación de los reconocidos, de los best-sellers.

Así que para concluir esta pequeña reflexión, pienso que la literatura, dada su simplicidad de ejecución, ha acaparado el interés de una gran parte de la población con inquietudes creativas, cuyo primer objetivo consiste simplemente en instalarse en el medio, sin más ambiciones que conseguir algunos lectores y de esa manera cierto reconocimiento. Y por ello cabría definirla como literatura comercial independiente, o quizás como literatura pre-comercial, a la espera de dar el gran salto a lo comercial. Lo que pase en el futuro cercano no está del todo claro, pero existe el peligro de que  lo comercial acabe asimilando lo mejor de lo digital y continúe acallando la innovación y la creatividad, a no ser que vayan apareciendo círculos amplios de lectores exigentes que rechacen la literatura como artículo de consumo de masas, como cultura de entretenimiento. La aparición de un movimiento literario innovador es más fácil que surja entre los escritores independientes, en los abundan aquellos que escriben por amor al arte, movidos por la pasión de escribir.

sábado, 1 de junio de 2013

LA ORUGA DE LA PUERTA DEL SOL

En cuanto la vi acabada se me ocurrió el nombre de “oruga” para la cubierta del intercambiador de la Puerta del Sol. Después comprobé que así la llamaba mucha gente, de manera que el nombre resultó acertado ya que se nos había ocurrido a muchos de manera independiente. Tiene reminiscencias de la pirámide de cristal del Louvre, pero sólo por sus materiales constructivos y por ese contrapunto entre lo moderno y lo clásico, que resulta enriquecedor para ambos estilos. Pero la pirámide es fría y estática como roca cristalina que emergiera del subsuelo, mientras que la oruga es cálida, orgánica, de curvas articuladas casi movientes. Y no estorba en el conjunto arquitectónico de la plaza, ya que ocupa un lugar discreto en un extremo de ella y sus dimensiones son contenidas.

Pero vamos a lo que vamos, y es que últimamente, desde que ocuparan la Puerta del Sol los indignados del 15-M, la oruga aparece sucia, churretosa, abandonada a su suerte. Una estructura de cristal facetada como ella requiere estar limpia, brillante e iridiscente, y al no estar así parece que hubiera sido repudiada por los servicios municipales al tratarse de un símbolo del movimiento de los indignados. Recuerdo verlos subidos y asentados en el caparazón de la oruga, que estaba completamente forrada de carteles con frases ingeniosas. Cuando fueron desalojados finalmente, se despegaron los carteles, pero no parece que se pusiera demasiado empeño en la limpieza, sino sólo en remover el papel. Y desde entonces hasta ahora, que sigue recordando con su suciedad a las fechas del desalojo de la plaza. Bueno, al menos permite evocar aquellos días excitantes en que mucha gente se echó a la calle y acampó pacíficamente en la plaza, exteriorizando su protesta contra el mal funcionamiento y corrupción de las instituciones políticas y económicas.

Y lo malo de esta pequeña historia es que todo sigue igual desde entonces, sucias las instituciones y la oruga, indiferentes a los ciudadanos y sus protestas. ¿Habrá que ocupar otra vez la plaza? Quizás por eso no han limpiado definitivamente la oruga.

lunes, 27 de mayo de 2013

TAMPAX ON THE ROCKS

Es la nueva moda de consumo de alcohol entre adolescentes, importada de América. Consiste en empapar un tampax en licor para ser absorbido a través de la vagina o el recto. Dada la gran vascularización de estas zonas, el alcohol pasa con rapidez a la sangre y lleva a la embriaguez en muy poco tiempo. Esta práctica entre adolescentes tiene la ventaja de ser indetectable por los padres, al contrario que el consumo por la boca, que se detecta en el aliento.

No es nada extraordinario en el fondo, si se considera que la bebida entre los más jóvenes es un fin en sí mismo. No beben, como los adultos, para divertirse mejor, sino que la diversión consiste simplemente en embriagarse. Se buscan los efectos de la droga directamente, y cuanto antes mejor. Pero el alcohol absorbido deprisa apenas permite unos minutos de euforia consciente, conduciendo a un estado de semiestupidez y abotargamiento en el que lo único positivo es su efecto anestesiante. Se bebe para olvidar, siempre se ha dicho, y habría que preguntarse si es que los adolescentes necesitan olvidar algo o buscan la idiocia intencionadamente como un estado deseable. Tampoco sería nada extraño en estos tiempos que corren, tan carentes de valores, tan desilusionantes y  vacíos de metas, en los que la lucidez es más una condena que una virtud.

Pero al margen del lamentable fenómeno, qué pena de licores condenados a un consumo sin paladar. ¿Qué diría un sensible gourmet? ¿Para qué se han elaborado esos whiskies o vodkas finamente destilados y criados durante años, si van a terminar en cavidades tan poco agradecidas? Bastaría utilizar el alcohol de farmacia un poco diluido para conseguir el efecto deseado a un precio mínimo. ¿Que escuece?... Justo castigo a tamaña torpeza.

Curiosa práctica para realizarla en grupo, en discotecas y festivales de música. De popularizarse, pronto presenciaremos los botellones tampax, que amenazan con dejar el campo de batalla sembrado de tampones, además de los tradicionales envases desechables y botellas vacías. Los vecinos que antes se quejaban con frases como “¡qué asco de botellón, que se lo metan por donde les quepa!, van a contemplar horrorizados que ya lo están haciendo.

domingo, 28 de abril de 2013

FILOSOFÍA DE LA LENTITUD

A la lentitud se la relaciona muchas veces con la pereza y la ociosidad, especialmente cuando se habla de trabajo. La ociosidad es la madre de todos los vicios, dice el famoso refrán, compuesto seguramente por un empresario.
    Sin embargo, hay demasiados testimonios a lo largo de la historia sobre las excelencias de  la ociosidad. En el Génesis, el mito del pecado original nos presenta a Adán y Eva felices y ociosos en el Paraíso. Pero por su desobediencia, Dios les condena a ganar el pan con el sudor de su frente y les expulsa  de allí.
    Jesucristo exhortaba  a sus discípulos a despreocuparse de los cuidados materiales y confiar en la providencia divina: Mirad los pajarillos, no siembran, ni cosechan, ni almacenan en graneros… y sin embargo, el Padre los alimenta.”. De esta manera les invitaba a ocuparse exclusivamente de lo principal, del Reino de Dios.
    Los griegos de la antigüedad despreciaban el trabajo, que era realizado sólo por esclavos. Los hombres libres se dedicaban al ejercicio intelectual y físico. Entre estos hombres libres y ociosos nació la filosofía.
    Decía Platón que la forma superior del ocio era permanecer inmóvil y receptivo al mundo. Y Plutarco maldecía al primer hombre que descubrió la manera de distinguir las horas y destrozar horriblemente los días en fragmentos pequeños. 
    En nuestros días, la mayoría de las personas siguen condenadas bíblicamente al trabajo. El trabajo como sentido de la vida, que impera en muchos países y personas, estimulado por la capacidad adquisitiva que propicia un consumismo exacerbado, es una perversión de la era industrial que se viene prolongando en el tiempo, hasta que algún remoto día las máquinas nos liberen de ese castigo. Ya que no la ociosidad, nos queda el cultivo de la lentitud. Lentitud contra la enajenación que implica una vida basada en la productividad.
    Gratifiquemos nuestras almas con algunos versos consoladores. Escribe Luis Cernuda:  ¡Años de niñez en que el tiempo no existe! Un día, unas horas son entonces cifra de la eternidad. ¿Cuántos siglos caben en las horas de un niño?
    Y el leonés  J. A. Llamazares: … es sabido que el tiempo no posee otra grandeza que su propia mansedumbre.
    El cultivo de la lentitud es un camino viejo, bien conocido por sabios y poetas, que conduce a la paz del espíritu. Es el camino también de los pobres que no ambicionan nada y de los pueblos atrasados, pero que poseen lo que de verdad importa: la conciencia clara de existir. Cuando prima la productividad, la vida es una lucha contra el tiempo y lo que importa es realizar el mayor número posible de tareas. Incluso se programan los días de vacaciones con múltiples actividades, como si de batir un record de diversión se tratase. La programación del tiempo se impone así en nuestra vida con la evidencia de los eslabones de la cadena del esclavo, y la rapidez es el paradigma de la acción.  Por el contrario, cuando prima la lentitud, el tiempo se dilata y permite la comunicación profunda con los que tienes al lado, la contemplación del momento existencial, el deleite del acto bien realizado por sí mismo. La autoconciencia nos llega a través del actuar, y ello requiere la contemplación conjunta de actor y acto. Si prima la rapidez, el actor se diluye en beneficio del acto. Es un actor mecanizado, embrutecido, enajenado.
    Afortunadamente, la necesidad de introducir la lentitud en nuestra vida se está despertando en muchos países, y a ello están contribuyendo movimientos como la filosofía “slow”. Se trata de frenar el ritmo productivo y abrir más espacios al enriquecimiento personal y al disfrute de la existencia en sí misma. El movimiento slow evolucionó lentamente (es lo suyo) a partir del movimiento slowfood (comida lenta), originado en Roma en 1986 como oposición a la “fastfood” americana, que amenazaba con arrinconar a la comida italiana tradicional, a base de productos frescos mediterráneos. El movimiento slow aspira a difundirse por todas partes en una comunidad slow global, diversificándose en muchas tendencias, como la citada slowfood, el slowsex o las slow cities,  ciudades adaptadas a una vida tranquila y con pocos habitantes.
    España es uno de los países europeos menos expuesto a los riesgos de la prisa. La costumbre de la siesta, la buena comida, el tapeo y la charla con los amigos son costumbres que hay que conservar como sea. Y no nos olvidemos de los numerosos días de fiesta, que en eso no nos gana nadie. La calidad de vida no consiste en cambiar de coche cada tres años. 

    Terminaremos con algunos aforismos que pueden concretar más el movimiento: 
 
- Que el trabajo no te imponga su ritmo, impón tú un ritmo humano al trabajo.
- Las máquinas dan el máximo rendimiento cuando trabajan a media potencia. 
 - No eludas las grandes preguntas existenciales. La prisa y la productividad no son más que escapatorias.
-Trabaja menos y disfruta más. Renuncia para ello a lo innecesario.
- Saborea la comida con calma, vivir es esencialmente alimentarse.
- Los seres de metabolismo lento viven más años. Sé tortuga mejor que mosquito.
- El exceso de velocidad es malo hasta para el sexo.
- La inactividad es la puerta del conocimiento de uno mismo.
- Si no tienes nada que hacer, disfruta del silencio. En él se escucha al alma.
- Es mejor el ocio que el negocio, que es un mero intermediario.
- Trabaja para vivir, no vivas para trabajar.
- Los primeros relojes fueron los astros, que ignoran los minutos.
- Deja el móvil delante del televisor y allá se las hayan. Tú vete de paseo.
- En vacaciones, no te ates el tiempo a la muñeca. Adivina la hora solar.

 

miércoles, 24 de abril de 2013

LA REALIDAD ES EL SÍMBOLO


Corren tiempos sin Dios. Todo está puesto en duda u olvidado en el rincón de la indolencia. Sin embargo, al menos, se acepta que el símbolo es la realidad. Dios es un símbolo, una idea que alberga toda la potencialidad del espíritu humano. La comunión cristiana, según la doctrina, consiste en recibir a Cristo realmente, en incorporarlo a nuestro ser de la manera más sensible: consumiéndolo. Y si se es fervoroso, o místico, el alma se contagia intensamente, en ese acto, de aquellas cualidades de amor y plenitud propias de la divinidad. Se dice que Dios está entonces realmente dentro de la persona, y pienso que al menos el símbolo, la idea de la divinidad, es lo que habita el interior y consigue despertar el alma. Los sentimientos espirituales se nos han enseñado de niños y adolescentes: ese amor intenso e íntimo, esa admiración y veneración por lo sublime, ese respeto y sumisión a lo poderoso y trascendente. “Dios”, en forma de palabra, está ciertamente dentro del creyente, y sabe elevar su mente y su corazón cuando le invoca.
Que Dios exista o no en sí mismo es otra cuestión, lo importante para algunos, en esta época, es que gracias al símbolo, a la palabra, existe dentro del que le venera. Habrá muchos que tachen esta actitud de inauténtica, al venerar algo en lo que no se cree por el mero hecho de elevarse espiritualmente. Los otros, lúcidamente postmodernos, se conformarán con los frutos del mito, sabiendo como saben, curiosa contradicción, que la verdad no existe.

domingo, 14 de abril de 2013

LA MARCA ESPAÑA

  En medio de las centrífugas tensiones que acosan hoy, otra vez, a la centenaria idea de España, surge como una luz salvadora la idea de “la marca España”. Decía Ortega que a los pueblos españoles nos hace falta una meta común, algo que nos una y nos vertebre para evitar la ancestral tendencia disgregadora de las distintas culturas, sentimientos y caracteres que habitan el suelo patrio común. Supongo que a todos los países les ha pasado lo mismo, que los han consolidado desde fuera algún conquistador  –romanos, visigodos, árabes, como en nuestro caso–, o se han unido desde dentro frente a un enemigo común –la reconquista en España–. Claro que también se puede emprender una gran aventura colonial, como la conquista de América, o un desarrollo industrial y comercial espectacular, como en Alemania o Japón hace ya décadas.
El caso es que España ha pasado de ser un “Imperio donde no se ponía el sol”, durante el siglo XVI y XVII, a ser un país invertebrado, sometido a tensiones fragmentadoras periféricas. Pero he aquí que en medio de la nada, en la incertidumbre de la crisis económica que exacerba aún más las tensiones,  surge de nuevo una idea que encaja oportunamente en lo que priva en nuestros días: el mercado global. España quiere convertirse en una marca y venderse por todo el mundo.
 Sí, porque las marcas ya sabemos de lo que van, de crear una imagen propia y una serie de asociaciones mentales y emocionales que permitan al consumidor apropiarse de una personalidad y categoría determinadas por el hecho de poseerlas. Por supuesto debe existir la calidad, pero ya se sabe el dicho “Cría marca y échate a dormir”, o algo así, porque las marcas crean adicción. Que se lo digan al vaquero de Marlboro. Y es que lo importante de una marca consolidada es la propia marca, el simbolito que la define y que poseyéndolo nos eleva por encima del común de los mortales. Una mujer que se pasea con una bolsa de ARMANI adquiere automáticamente un fulgor especial, una clase y sofisticación que la distinguen y gratifican, aunque la bolsa vaya vacía o lleve dentro una lechuga. Conozco a alguna que suele sacar sus bolsas de marca a pasear cuando se encuentra un poco baja de ánimo.
Pero volviendo a la marca España –en eso queremos convertirnos para salir de la crisis–, habrá que definir muy bien la imagen de marca, su personalidad. Partamos de los productos que va a amparar: agrícola/ganaderos tradicionales revestidos de exquisitez, destinados a paladares cultivados, como es el aceite de oliva virgen, el jamón de bellota, los buenos vinos, los cítricos de calidad; la mano de obra tradicional, como en la postguerra, pero ahora cualificada, universitaria, con algo de idiomas para los que somos todavía algo cerriles; y otra vez el turismo, el sol y las playas, nuestro salvavidas de siempre en momentos difíciles. En fin, casi parece que nada ha cambiado desde nuestros peores tiempos, y habrá que adobar nuestros productos con el carácter alegre y acogedor de nuestra gente, con nuestra rica historia y cultura, e incluso con algunas muestras de nuestra tecnología más reciente, como la alta velocidad y las energías renovables. Tampoco nos olvidemos de nuestro futbol, por Dios. A fin de cuentas, lo importante es una buena mercadotecnia y crear una imagen de marca interesante. Y que el mundo se lo crea.
 

sábado, 2 de marzo de 2013

EL SMARTPHONE Y EL HORROR VACUI

El horror vacui, expresión latina que alude al pánico ante el vacío, ante la nada, es un síndrome que ha padecido el hombre en todas las épocas. Los romanos de la antigüedad lo sufrían, y lo reflejaban en sus magníficos mosaicos recargados de figuras y formas geométricas que no dejaban ni un pequeño espacio desnudo. Los árabes también dieron muestras de ello en sus decorados de paredes y objetos, y hasta en sus monedas. Más reciente es el recargado, casi asfixiante, barroco de los altares. En nuestros días, menos propensos a lo contemplativo y más dados al empleo entretenido del tiempo, el horror vacui se manifiesta por la ausencia de momentos muertos, desocupados, que se rellenan con cualquier actividad banal. Y aquí entra el smartphone como anillo al dedo. Tiene sin embargo una larga lista de antecedentes, como el famoso y olvidado “tamagotchi” japonés, los rosarios cristianos y los tasbihs musulmanes, que además de su uso religioso tienen la virtud de mantener las manos ocupadas y la mente en estado repetitivo, conjurando la necesidad de hacer algo para huir de la conciencia de la nada, inductora de ese cruel sentimiento que Sartre experimentaba a pelo, a base de angustia.   
 
Pues bien, como digo, en nuestros días más recientes, el Smartphone nos ha resuelto el problema de rellenar los huecos de nuestra existencia, hasta tal punto que acaba creando adicción y desplazando al empleo creativo del tiempo. Los teléfonos inteligentes no hacen nada que no se haya hecho ya por otros medios, como el sencillo móvil, el ordenador personal, las cámaras digitales y otros diversos gadgets, pero lo hacen todo junto, integrado en un pequeño aparato que nos acompaña siempre, como el reloj. De tal manera se ha apoderado de nuestras vidas que éstas se controlan desde fuera, dando entrada en ellas a un sinnúmero de mensajes, fotos y videos que reclaman nuestra atención y se pasean por nuestra conciencia como Pedro por su casa, incitando al reenvío de contenidos a otros usuarios, a la permanencia, en fin, en esa tela de araña de las comunicaciones banales, que si bien son meros pasatiempos, tienen la virtud de conjurar el horror vacui, manteniéndonos en la falsa seguridad de una nube de afectos y curiosidades compartidas. Aparte de sus evidentes y útiles prestaciones, el uso general o más frecuente se basa en el pasatiempo, en la adicción que provocan, y es sorprendente ver en el metro, o caminando por la calle, a tanta gente moviendo compulsivamente el pulgar en esa habilidad mecanográfica táctil de un solo dedo. En eso se parece sin duda al continuo paso de cuentas del tasbih árabe. Para servir a ese fin, no había hecho falta tanta tecnología.

martes, 12 de febrero de 2013

LA "HUMANIDAD" DEL PAPA

A unos les ha inquietado, a otros les ha compadecido, a unos pocos, quizás, les ha escandalizado. Es la segunda vez que sucede en la historia  de la Iglesia, y han pasado más de 700 años desde la primera, en la persona de Celestino V, asceta que fue Papa sólo durante cinco meses y que no sintiéndose preparado para el cargo renunció voluntariamente y volvió a su ascetismo. Pero es tradición  que el Papa muera siendo Papa, como  vicario de Cristo que es y su agente en la tierra, infalible en sus decisiones apostólicas  puesto que está inspirado por el Espíritu Santo. Esa es la doctrina, y ante ella no valen enfermedades, debilidad o apocamiento. Pero Benedicto XVI ha dicho que se siente sin fuerzas para llevar a cabo su misión de jefe de la Iglesia y decide retirarse a leer y escribir, que es lo suyo desde siempre. ¿Acaso no se siente iluminado ya por la llama del Espíritu Santo para ayudarle a vencer las adversidades a que se enfrenta la Iglesia en los tiempos presentes? Diversos escándalos han debilitado su ministerio y el  anciano teólogo ha puesto en la mesa su humanidad, su debilidad de anciano enfermo, su falta evidente de energías ante la tarea de gobernar la Institución Católica, con sus corrupciones e intrigas, como cualquier institución.
 

Mucho se ha hablado desde el concilio Vaticano II de la renovación de la Iglesia, de su puesta al día, de asumir su papel dentro de una sociedad que ha cambiado tanto. Pero no se ha avanzado lo suficiente, y Benedicto XVI no ha contribuido demasiado a ello. La fuerza de las cosas no tolera bien la inmutabilidad de las estructuras y sabio es el dicho “adaptarse o morir”. Aunque en algunos contextos haya que mantener la verdad hasta la muerte, malo es que una institución que aspira a la universalidad vaya perdiendo sus fieles por ser demasiado dogmática, rígida en sus preceptos,  anticuada en sus concepciones.
 

Quizás el Papa ha dejado con su renuncia un mensaje de cambio valiosísimo, que no acertó a plasmar en su ministerio, una última aportación en su empeño por la continuidad de la Iglesia: volverse humano, exclusivamente humano como cualquiera. Parece estar diciendo, aun a pesar suyo, que así tiene que ser  la Iglesia, más cercana a los problemas actuales de la gente, comprometida en sus caminos aunque muchas veces sean equivocados, porque detrás de ellos está el hombre, el hombre real con sus desaciertos y debilidades.
 

Sea cual sea el motivo real de su renuncia, el tiempo que llega nos dirá, en la persona del nuevo Papa elegido, lo que la Iglesia proyecta para su futuro.

lunes, 28 de enero de 2013

LA BURBUJA POLÍTICA

El diccionario de la RAE incluye una acepción de la palabra burbuja como “habitáculo hermético y aislado del exterior”. Pero la acepción más habitual es la de pequeña esfera de aire que se forma en el seno de un líquido, asciende y acaba explotando en superficie, desapareciendo en el aire, como aire que era. Sin embargo, la imagen más colorida de burbuja es la de las pompas de jabón, siendo espectaculares las que se hacen con un largo cordel empapado en agua jabonosa, de grandes dimensiones, que evolucionan perezosas en el aire con formas cambiantes y refulgen bajo el sol con los colores del arcoíris, hasta que su ensueño explota y desaparecen en la nada, como las fantasías.

Nuestra casta política actual participa de todas esas acepciones de la palabra burbuja, aunque la primera es la que define la variedad más dañina del  político, en el sentido de aislamiento de la realidad e introversión en la burbuja de los partidos, desde la que se ve el exterior como un reflejo en superficie al que no se le presta excesiva atención, ya que la vida está en el interior de la burbuja, en la lucha por medrar. Aunque no hace falta tener una carrera para ser político, algunos políticos, en efecto,  hacen “carrera” dentro  de la política. Esto es tan cierto que muchos padres meten a sus hijos en las organizaciones juveniles de los partidos para que aprendan allí las habilidades de la “profesión”, lo mismo que otros empujan a los suyos a practicar un deporte desde su más tierna infancia. Así, o bien desde la infancia o por ingreso a distintas edades y por distintos estímulos, familiares, de amistad o intereses, se va consolidando una visión partidista y endogámica que configura un mundo propio, en el que los otros partidos son el enemigo y la sociedad el escenario en que su actividad y sus batallas tienen lugar. El político vive de la política, bien por sueldo exclusivo o complementado por otras actividades y prebendas derivadas de su  cargo e influencias. Su “mundo” está en la burbuja política, en  el ascenso en los determinados niveles de responsabilidad del partido, y su máxima aspiración llegar al gobierno del Estado y desempeñar allí un alto cargo. En esta esforzada carrera, su actividad esencial consiste en relacionarse con los miembros del partido, tramar fidelidades y formar parte de los grupos de poder e influencia dentro de él. El mundo social y el mundo político se convierten así en entidades separadas, paralelas, el primero sujeto a la actividad del segundo, y éste con sentido en sí mismo, en su propia perpetuación.

La acepción de la palabra burbuja como gran globo sutil que se hincha y refulge bajo el sol es también muy oportuna. En la actualidad se ha desatado la polémica en las redes debido a la aparición de un artículo que afirma que tenemos en España cerca de medio millón de políticos, a cuyo rebufo se han adherido muchos que sufren el actual desencanto de la política. Otros se han atrincherado en la contraofensiva, asegurando que en España sólo hay 8.812 alcaldes, 65.896 concejales, 1.031 diputados provinciales, 650 diputados y senadores, 1.206 parlamentarios autonómicos y unos 150 responsables de cabildos y consejos insulares. O sea, cerca 80.000 cargos electos y directos. Pero los primeros responden que además de estos políticos de cargo, hay otros cargos “políticos”, es decir, puestos designados directamente a dedo desde la política, como los cargos de confianza, asesores, dirigentes de organismos internos y de gestión, de empresas públicas y semipúblicas, fundaciones, consorcios, etc., etc. Y a su vez, estos cargos “políticos” siguen haciendo nombramientos a su servicio, favoreciendo a familiares, amigos, enchufados, etc. Todos estos puestos están atrapados en la red política y responden fielmente a ella, totalizando el casi medio millón. Faltaría por añadir para completar la tela de araña, las conexiones y nodos comunes entre esta maraña política y el mundo empresarial, que es la infraestructura de acción de los diferentes tipos de corruptelas y el medio de utilización de la política como herramienta de negocio.

Y ahí está el quid de la cuestión, porque no se trata ya de si son cien mil o quinientos mil nuestros políticos, sino del número de personas que revolotean en torno a los políticos electos y viven a costa de la política en diversas instituciones y organismos de dudosa utilidad en muchos casos. Y la cuenta sale que son cinco por cada político electo. Ese es el problema auténtico.

Desenredar esta maraña no es fácil, aunque a uno se le ocurre que el mal está en el origen, en la hipertrofia de la burbuja política, y que rompiéndola desaparecería la corrupción. Reventar la burbuja política supone disolver su contenido en el medio, es decir, en la sociedad; hacer que la sociedad entera asuma la función política directamente, sin intermediarios, sin las burbujas coloridas y engañosas de los partidos políticos. La libertad de información en la Red permite la contrastación de las corrientes de opinión y la toma de decisiones individuales, y por otro lado, se podrían, si se quisiera, habilitar los recursos para las consultas directas a través de Internet, dando paso a una Democracia Directa Digital. Sin embargo haría falta una mínima educación política de la sociedad, un acceso generalizado a la Red y el asumir la acción política directa como una actividad esencial del individuo.  Esto llevará posiblemente algunas generaciones, y será el fruto de una labor educativa creciente hacia la participación plena y directa de la sociedad.

Entretanto, una democracia participativa eficaz debería estar dotada de los suficientes mecanismos de control y transparencia, del engranaje adecuado de los diferentes órganos intermedios de representación, y de la posibilidad de realizar consultas populares en cualquier decisión que se juzgue de interés general, así como la posibilidad de derogar leyes y cesar representantes de manera directa cuando la sociedad lo estime conveniente.

Este escenario de desinflado progresivo de la burbuja política parece el más sensato, porque esperar que reviente como lo ha hecho la burbuja inmobiliaria o la financiera, resulta un poco iluso. Pero lo mismo que se está deshinchando la burbuja del Estado del Bienestar a base de recortes, habría que empezar ya a recortar bastantes cargos electos, y por supuesto todos aquellos cargos “políticos” poco o nada útiles y sospechosos de nepotismo.
Es una opinión.