Pero vamos a lo que vamos, y es que últimamente, desde que
ocuparan la Puerta del Sol los indignados del 15-M, la oruga aparece sucia, churretosa,
abandonada a su suerte. Una estructura de cristal facetada como ella requiere
estar limpia, brillante e iridiscente, y al no estar así parece que hubiera
sido repudiada por los servicios municipales al tratarse de un símbolo del
movimiento de los indignados. Recuerdo verlos subidos y asentados en el
caparazón de la oruga, que estaba completamente forrada de carteles con frases ingeniosas.
Cuando fueron desalojados finalmente, se despegaron los carteles, pero no
parece que se pusiera demasiado empeño en la limpieza, sino sólo en remover el
papel. Y desde entonces hasta ahora, que sigue recordando con su suciedad a las
fechas del desalojo de la plaza. Bueno, al menos permite evocar aquellos días excitantes
en que mucha gente se echó a la calle y acampó pacíficamente en la plaza,
exteriorizando su protesta contra el mal funcionamiento y corrupción de las
instituciones políticas y económicas.
Y lo malo de esta pequeña historia es que todo sigue igual
desde entonces, sucias las instituciones y la oruga, indiferentes a los
ciudadanos y sus protestas. ¿Habrá que ocupar otra vez la plaza? Quizás por eso
no han limpiado definitivamente la oruga.
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