Pues bien, como digo, en nuestros días más recientes, el Smartphone
nos ha resuelto el problema de rellenar los huecos de nuestra existencia, hasta
tal punto que acaba creando adicción y desplazando al empleo creativo del
tiempo. Los teléfonos inteligentes no hacen nada que no se haya hecho ya por
otros medios, como el sencillo móvil, el ordenador personal, las cámaras
digitales y otros diversos gadgets, pero lo hacen todo junto, integrado en un
pequeño aparato que nos acompaña siempre, como el reloj. De tal manera se ha
apoderado de nuestras vidas que éstas se controlan desde fuera, dando entrada en ellas a
un sinnúmero de mensajes, fotos y videos que reclaman nuestra atención y se
pasean por nuestra conciencia como Pedro por su casa, incitando al reenvío de
contenidos a otros usuarios, a la permanencia, en fin, en esa tela de araña de
las comunicaciones banales, que si bien son meros pasatiempos, tienen la virtud
de conjurar el horror vacui, manteniéndonos en la falsa seguridad de una nube de
afectos y curiosidades compartidas. Aparte de sus evidentes y útiles prestaciones,
el uso general o más frecuente se basa en el pasatiempo, en la adicción que
provocan, y es sorprendente ver en el metro, o caminando por la calle, a tanta
gente moviendo compulsivamente el pulgar en esa habilidad mecanográfica táctil
de un solo dedo. En eso se parece sin duda al continuo paso de cuentas del tasbih
árabe. Para servir a ese fin, no había hecho falta tanta tecnología.
sábado, 2 de marzo de 2013
EL SMARTPHONE Y EL HORROR VACUI
El horror vacui, expresión latina que alude al pánico ante
el vacío, ante la nada, es un síndrome que ha padecido el hombre en todas las
épocas. Los romanos de la antigüedad lo sufrían, y lo reflejaban en sus
magníficos mosaicos recargados de figuras y formas geométricas que no dejaban ni
un pequeño espacio desnudo. Los árabes también dieron muestras de ello en sus
decorados de paredes y objetos, y hasta en sus monedas. Más reciente es el
recargado, casi asfixiante, barroco de los altares. En nuestros días, menos
propensos a lo contemplativo y más dados al empleo entretenido del tiempo, el
horror vacui se manifiesta por la ausencia de momentos muertos, desocupados,
que se rellenan con cualquier actividad banal. Y aquí entra el smartphone como
anillo al dedo. Tiene sin embargo una larga lista de antecedentes, como el
famoso y olvidado “tamagotchi” japonés, los rosarios cristianos y los tasbihs
musulmanes, que además de su uso religioso tienen la virtud de mantener las
manos ocupadas y la mente en estado repetitivo, conjurando la necesidad de
hacer algo para huir de la conciencia de la nada, inductora de ese cruel
sentimiento que Sartre experimentaba a pelo, a base de angustia.
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mas parece, por ser latigo de la tecnologia smart, q no deseas subirte al carro efímero de la permanente e inacabable actualizacion de este medio.
ResponderEliminarDe todas formas es un acierto tu visión de la realidad