Sin embargo, hay demasiados testimonios a lo largo de la
historia sobre las excelencias de la
ociosidad. En el Génesis, el mito del pecado original nos presenta a Adán y Eva
felices y ociosos en el Paraíso. Pero por su desobediencia, Dios les condena a
ganar el pan con el sudor de su frente y les expulsa de allí.
Jesucristo exhortaba a sus discípulos a despreocuparse de los
cuidados materiales y confiar en la providencia divina: Mirad los
pajarillos, no siembran, ni cosechan, ni almacenan en graneros… y sin embargo,
el Padre los alimenta.”. De esta manera les invitaba a ocuparse
exclusivamente de lo principal, del Reino de Dios.
Los griegos de la antigüedad despreciaban el trabajo, que
era realizado sólo por esclavos. Los hombres libres se dedicaban al ejercicio intelectual
y físico. Entre estos hombres libres y ociosos nació la filosofía.
Decía Platón que la forma superior del ocio era permanecer
inmóvil y receptivo al mundo. Y Plutarco maldecía al primer hombre que
descubrió la manera de distinguir las horas y destrozar horriblemente los días
en fragmentos pequeños.
En nuestros días, la mayoría de las personas siguen condenadas
bíblicamente al trabajo. El trabajo como sentido de la vida, que impera en
muchos países y personas, estimulado por la capacidad adquisitiva que propicia un
consumismo exacerbado, es una perversión de la era industrial que se viene
prolongando en el tiempo, hasta que algún remoto día las máquinas nos liberen
de ese castigo. Ya que no la ociosidad, nos queda el cultivo de la lentitud.
Lentitud contra la enajenación que implica una vida basada en la productividad.
Gratifiquemos nuestras almas con algunos versos
consoladores. Escribe Luis
Cernuda: ¡Años de niñez en que el
tiempo no existe! Un día, unas horas son entonces cifra de la eternidad.
¿Cuántos siglos caben en las horas de un niño?
Y el leonés J. A. Llamazares: … es sabido que el tiempo no posee otra grandeza que su propia mansedumbre.
El cultivo de la lentitud es un camino viejo, bien conocido
por sabios y poetas, que conduce a la paz del espíritu. Es el camino también de
los pobres que no ambicionan nada y de los pueblos atrasados, pero que poseen lo
que de verdad importa: la conciencia clara de existir. Cuando prima la
productividad, la vida es una lucha contra el tiempo y lo que importa es
realizar el mayor número posible de tareas. Incluso se programan los días de vacaciones
con múltiples actividades, como si de batir un record de diversión se tratase. La
programación del tiempo se impone así en nuestra vida con la evidencia de los
eslabones de la cadena del esclavo, y la rapidez es el paradigma de la acción. Por el contrario, cuando prima la lentitud, el
tiempo se dilata y permite la comunicación profunda con los que tienes al lado,
la contemplación del momento existencial, el deleite del acto bien realizado
por sí mismo. La autoconciencia nos llega a través del actuar, y ello requiere
la contemplación conjunta de actor y acto. Si prima la rapidez, el actor se diluye
en beneficio del acto. Es un actor mecanizado, embrutecido, enajenado.
Afortunadamente, la necesidad de introducir la lentitud en
nuestra vida se está despertando en muchos países, y a ello están contribuyendo
movimientos como la filosofía “slow”. Se trata de frenar el ritmo productivo y
abrir más espacios al enriquecimiento personal y al disfrute de la existencia en
sí misma. El movimiento slow evolucionó lentamente (es lo suyo) a partir del
movimiento slowfood (comida lenta), originado en Roma en 1986 como oposición a
la “fastfood” americana, que amenazaba con arrinconar a la comida italiana tradicional,
a base de productos frescos mediterráneos. El movimiento slow aspira a
difundirse por todas partes en una comunidad slow global, diversificándose en
muchas tendencias, como la citada slowfood, el slowsex o las slow cities, ciudades adaptadas a una vida tranquila y con
pocos habitantes.
España es uno de los países europeos menos expuesto a los riesgos
de la prisa. La costumbre de la siesta, la buena comida, el tapeo y la charla
con los amigos son costumbres que hay que conservar como sea. Y no nos
olvidemos de los numerosos días de fiesta, que en eso no nos gana nadie. La
calidad de vida no consiste en cambiar de coche cada tres años.
Terminaremos con algunos aforismos que pueden concretar más el
movimiento:
- Que el trabajo no te imponga su ritmo, impón tú un ritmo
humano al trabajo.
- Las máquinas dan el máximo rendimiento cuando trabajan a
media potencia.
- No eludas las
grandes preguntas existenciales. La prisa y la productividad no son más
que escapatorias.
-Trabaja menos y disfruta más. Renuncia para ello a lo
innecesario.
- Saborea la comida con calma, vivir es esencialmente
alimentarse.
- Los seres de metabolismo lento viven más años. Sé tortuga mejor
que mosquito.
- El exceso de velocidad es malo hasta para el sexo.
- La inactividad es la puerta del conocimiento de uno mismo.
- Si no tienes nada que hacer, disfruta del silencio. En él
se escucha al alma.
- Es mejor el ocio que el negocio, que es un mero
intermediario.
- Trabaja para vivir, no vivas para trabajar.
- Los primeros relojes fueron los astros, que ignoran los
minutos.
- Deja el móvil delante del televisor y allá se las hayan.
Tú vete de paseo.
- En vacaciones, no te ates el tiempo a la muñeca. Adivina
la hora solar.
No hay comentarios :
Publicar un comentario