Entramos en campaña y los líderes políticos se afanan en
presentar su cara más simpática y divertida, su naturalidad más natural sacada
nadie sabe de dónde puesto que nunca la usan en público a lo largo del año.
Somos como tú, parecen querer trasmitir, entrañables y divertidos; puedes
fiarte de nosotros. Y vemos a Rajoy detrás del micrófono deportivo comentando
un partido de futbol con pasión madridista, o a Pedro Sánchez asistiendo a tertulias marujeras o escalando el peñón de Ifach al
lado de Jesús Calleja, el versátil
deportista aventurero que lo mismo escala montañas, pilota un helicóptero o se
sumerge en simas inundadas. Vemos a Soraya Sáez de Santamaría bailando en el
Hormiguero o recorriendo el Camino de Santiago en compañía también del incombustible
–a la par que famélico, quizás de tanta
actividad– Jesús Calleja. Y veremos otra vez, como no, al Presidente de
Gobierno departiendo sobre temas personales con Bertín Osborne en el programa “En
tu casa o la mía”, por el que han pasado los más variopintos personajes, como Los
Morancos, Jesulín de Ubrique, Carmen Martínez Bordiú o Mariló Montero. Y por
ver y más ver, pobre del político que no se deje ver por la tele en los
programas de diversión con más audiencia. Hoy día, si no eres mediático no
puedes ser político. Ese parece ser el secreto recién descubierto en nuestro
país. Frente a eso, ya no importan tanto los debates entre los líderes de los
partidos, y hasta se eluden a veces salvo los muy significativos, porque gran
parte de la gente lo que quiere es divertirse y que no le den la vara. Además,
quién cree ya en los programas políticos, en las buenas intenciones, si al
final no se cumplen por imperativos de la realidad o por incompetencia. Ya no
engañan los programas como lo hacían antes, y por eso la gente quiere más ver el
lado humano de los líderes que escuchar sus propuestas. Y a pesar de todo, en
el desmadre electoral, todavía no hemos llegado al nivel de Italia, donde en
ocasiones se ha presentado a las elecciones algún cómico o una prostituta
famosa; ni al nivel de EEUU, donde los actores de cine son una estimable
cantera (véase Reagan o Schwarzenegger). Claro que con este panorama, algunos,
o muchos, vaya usted a saber, se preguntan si la política es un cachondeo, una
mera apariencia, y si no hay mucho que
hacer salvo dejarse llevar por la fuerza de los acontecimientos, que vienen
cada vez más condicionados desde fuera. Ver a Pablo Iglesias cambiar
continuamente su programa adaptándolo al viento que sopla en cada momento, con
la sana y probablemente única intención de hacerse con el poder y luego ya
veremos, nos llena de desilusión y nos reafirma en la idea de que esto es un
total cachondeo. No hay más que verle hacer el payaso cantando coplas mal
escritas por él mismo para satirizar a otros políticos, mientras que las bases
de Podemos se sienten abandonadas en su vocación asamblearia; qué ingenuos,
tomarse las cosas tan en serio.
Mucho más triste es la campaña electoral en Cataluña, donde no
hay ganas de juerga, sino de venderse el partido que gobierna a quién sea para
conservar el poder, para conservar el statu quo de la corrupción y la impunidad
ante la ley disfrazadas de independencia. Pero además es que los catalanes son
más serios de por sí, y lo que de verdad les pone, en plan lúdico, es eso de
“salut i força al canut”, que algunos maliciosos emplean con significado fálico,
pero que en su origen medieval significaba salud y riqueza, ya que el dicho alude
al peso o cantidad de monedas de la bolsa, llamada ”canut” debido quizás a un diseño
tubular. En cuanto a otras manifestaciones lúdicas, mal lo lleva la sardana –esa
elegante y ancestral danza llena de armonía y cooperación– en una Cataluña
dividida, incapaz de cerrarse en círculo cogida de la mano.
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