viernes, 27 de febrero de 2015

TRASPLANTE DE CABEZA

Lo llaman así impropiamente, aunque no estaría mal realizárselo literalmente a algunas personas fanáticas, cargadas de odio, instintos destructivos y desequilibrios peligrosos. Pero en realidad se trata del trasplante del cuerpo entero, suponiendo, como así debe ser, que la personalidad, la mente y la conciencia radican completamente en el cerebro. Claro que podría realizarse también un trasplante de cerebro, ubicando el del paciente en el cráneo de un recién fallecido que estaba sano. Pero resultaría muy raro mirarse al espejo después y no reconocerse la cara. Pase que no reconozcamos nuestras manos y pies o nuestra barriga, pero la cara ya es demasiado. Además, así a simple vista, parece más fácil cambiar una cabeza entera que no abrirla y cambiarle los sesos.

Trasplantar el cuerpo entero es el final de la serie de trasplantes cada vez más amplios a que puede someterse un paciente: trasplante de brazos, piernas, órganos internos, etc. Estableciendo comparaciones (odiosas siempre) con la reparación de un coche, ¿para qué andar cambiando, cuando el pobre está ya muy deteriorado, las ruedas, los frenos, los faros, los cables, los asientos, un alerón, etc., etc., cuando lo más cómodo es sacar el motor  y ponérselo a una mecánica nueva?

Y qué maravilla, en el caso de un humano, si su centro neurálgico está en buen estado, poder acoplárselo a un cuerpo joven, en plenitud muscular y reproductiva… Ah, el sueño de la eterna juventud. Claro que si las neuronas empiezan a fallar, sería patético saberse poseedor de tan pujante organismo y empezar a tener lagunas de memoria, fallos de coordinación de movimientos o de control de los esfínteres. Habría que armonizar el estado de las dos partes, cabeza y cuerpo, con lo que la juventud no resultaría tan eterna, aunque sí más prolongada.

Pues el asunto es que un neurocirujano italiano de Turín asegura que dentro de dos años podrán llevarse a cabo estas operaciones de trasplante. Ya se han realizado hace años en monos o perros, con relativo éxito, y parece ser que la técnica quirúrgica estaría perfeccionada y a punto en esa fecha. Habría que unir vasos sanguíneos de ambos individuos, tendones y músculos, asunto ya suficientemente complejo, pero lo que uno, en su ignorancia neurobiológica no acaba de asimilar es cómo se unirían las dos médulas espinales, esos haces de innumerables fibras nerviosas que relacionan todos nuestros órganos y terminaciones sensibles del cuerpo con los centros de proceso cerebral. Uno imagina que será imposible unir cada fibra con la correspondiente en las dos partes a ensamblar. Pero no debe ser así, ya que según dicen, se usará una especie de pegamento biológico que soldará las dos secciones de médula de cada sujeto. Esperemos que sean igual de gruesas y no quede una parte al aire, o que no se suelden un poco giradas entre sí. Tendría gracia que un callo en el dedo meñique del pie nos doliera en el dedo gordo, por no pensar cosas más extravagantes. No, no debe ser así la cosa, probablemente es menos complejo el asunto. Ellos sabrán.

Pero todo esto nos llena de perplejidad por la facilidad con que se puede intervenir en la naturaleza y modificar las estructuras biológicas configuradas a lo largo de cientos de millones de años en un proceso evolutivo muy complejo, por no decir casi sagrado desde algunos puntos de vista creacionistas o religiosos. ¿Hemos llegado a ser dioses? ¿Podemos cambiar la naturaleza tan impunemente? No sé, no sé, supongo que habrá que sacrificar a algunos seres humanos antes de que la dichosa operación pueda ser segura.

Se me viene a la memoria, con perdón por la ironía trágica, que los yihadistas de Siria y Libia van a encontrar una nueva fuente de financiación para sus maldades en este avance científico. Podrán vender a la ciencia tantos cuerpos decapitados que ahora se desperdician. No hay mal que por bien no venga.

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