En todas las zonas en conflicto se han producido saqueos de
los bienes culturales, si bien se tratan de objetos de pequeño tamaño, de fácil
venta en el mercado negro internacional. En ambos casos, obras escultóricas o
piezas arqueológicas, se evidencia un desprecio de los extremistas islámicos
por las culturas anteriores al Islam. Este fenómeno no es, sin embargo, nuevo
en la historia, sino algo recurrente a lo largo de los siglos. Con frecuencia,
una civilización conquistadora destruye las obras arquitectónicas y
escultóricas de otra civilización conquistada por considerarlas un símbolo de
poder que hay que eliminar. En el mejor de los casos, si se trata de
arquitecturas notables, se reutilizan transformándolas, como la Basílica
bizantina de Santa Sofía, trasformada en mezquita por los turcos al añadirle
elementos decorativos y constructivos islámicos, como los cuatro minaretes. Más
cerca en el tiempo, aquí en España nos atrevimos a construir una catedral renacentista
dentro de la sin par Mezquita de Córdoba, que a su vez se había levantado sobre
una basílica visigótica cristiana, que a su vez se había levantado sobre un
templo romano pagano. Así es la marcha de la historia y las devastaciones que
origina el poder. Claro que no hay que olvidar que el concepto de bienes culturales
que hoy está instalado en la sociedad no existía de manera clara antiguamente,
y el arte se interpretaba como símbolo y manifestación del poder.
Pero cuando las culturas son muy distantes en el tiempo,
como es el caso del Irak musulmán y las culturas asiria y babilónica que le
precedieron hace miles de años, no se trata ya de destruir símbolos de poder extinguidos
que ya no amenazan a nadie, sino de un ataque directo al poder occidental
actual y su cultura, que valora el arte antiguo y lo considera patrimonio de
toda la Humanidad. Y les ayuda en su labor destructiva esa obsesión
fundamentalista de que fuera del Islam todo es falso y no merece la pena que
haya existido. El significado religioso prevalece abrumadoramente sobre otros
valores como el arte o la piedad hacia los demás. Al igual que las ejecuciones,
todos estos actos de barbarie son una provocación que pretende extender el terror
y detener la injerencia de EEUU y Europa en los países islámicos, motivada por
intereses económicos y acrecentada desde la guerra de Afganistán. El Islam se siente amenazado por las “naciones
de la Cruz”, como dicen ellos, y no les falta razón, porque aunque el amenazado
directamente sea el petróleo que descansa bajo su suelo, la colonización
occidental se infiltra sigilosamente modificando costumbres y creencias. Ya nos
hemos olvidado de las distintas “primaveras árabes” que reclamaban democracia y
sociedad del bienestar. ¿No fueron entonces para el fundamentalismo el
principio de un movimiento de asimilación de la cultura occidental que
amenazaba con socavar sus principios islámicos?
Parece que no debería tener sentido para los
fundamentalistas la destrucción de bienes culturales, porque podían rentabilizar
sus museos y monumentos atrayendo el turismo y obteniendo sustanciosos ingresos
para el país. Pero el radicalismo islámico no es el país aunque quiera
apoderarse de él, y el turismo parece ser para ellos una fuente de contagio de
la cultura no islámica. Uno tiene la impresión de que ven el desarrollo
económico como el mal propio de Occidente. Después de todo, también Jesucristo señalaba
que el dinero era un estorbo para el espíritu y alentaba a sus discípulos a
vivir en pobreza, pero nunca predicó la violencia sino el amor. Las dos
religiones son hermanas, aunque mal avenidas por sus diferencias, como pasa en
muchas familias.
Pero volviendo a la arqueología, cuántas veces hemos criticado
que los museos de Londres, Berlín o Paris estén bien surtidos de antigüedades
orientales procedentes del saqueo de otras épocas, aprovechando la incultura de
los países de origen. Hoy la incultura y
el terror reina de nuevo de ellos, y la verdad, damos gracias muy a pesar
nuestro de aquellos pillajes que al menos han salvado de la destrucción tantas
obras de arte.
No hay comentarios :
Publicar un comentario