Pero el caso es que, para mayor gloria del cerdo, los biólogos
están trabajando para utilizarlo como fábrica de órganos humanos, que
resolvería de una vez por todas la escasez de donaciones de órganos para
trasplantes. Y lo que sucede es, aunque suene mal el decirlo, que cerdos y hombres somos
bastante parecidos interiormente. La técnica consiste en modificar genéticamente un embrión de cerdo para que no
desarrolle un órgano determinado, por ejemplo el hígado, y después inyectar en
el embrión células indiferenciadas humanas, de manera que el hígado
desarrollado será genéticamente humano. ¡Un cerdo con hígado humano (qué barbaridad,
Creador)! A ese embrión híbrido le llaman “quimérico” aludiendo al animal
mitológico que tenía cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente. Y va
a resultar que el engendro no es una quimera, es decir, algo imposible, sino
que está llamando a las puertas de la realidad.
Naturalmente, a nuestro cerdo quimérico habrá que
sacrificarlo cuando sea mayor para extraerle el hígado y trasplantárselo al
humano de turno. Bien, como todo es aprovechable en el cerdo, servirá de paso
para hacer chorizos y jamones, y que nadie lo sepa no sea que le vayan a entrar
escrúpulos, porque esto de la biología es demasiado complejo y a lo peor las
células humanas del cerdo han emitido efluvios genéticos en su desarrollo y contaminado, humanizándolas, las
células porcinas cercanas, de manera que acabamos cometiendo pecado de
antropofagia.
Y lo más curioso es que la cabaña porcina futura va a tener
muchas más variedades que las tradicionales de bellota, recebo o serrano. Ahora
se hablará de variedades hepáticas, renales, cordiales, etc., etc. Habría que
levantarle un monumento al generoso
cerdo y, por supuesto, cuando a uno le llamen “cerdo”, habría que contestar que
muy honrado.
Curioso, sí señor!!
ResponderEliminarYa se ve que te gustan los animalitos, Ata.
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