jueves, 10 de abril de 2014

EL CERDO

Del cerdo se aprovecha todo, siempre se ha dicho. No sólo su carne en todas las partes de su anatomía, como el inigualable pernil puesto en salazón y curado por el tiempo –los franceses lo cuecen y le llaman jambon, que no está mal pero es más  sabroso el lacón gallego– , las jugosas chuletas, la insuperable panceta para acompañar un par de huevos fritos –los ingleses, que son muy escuetos en el comer, la llaman bacon y la sirven en lonchas demasiado finas–, etc., sino que hasta de las orejas y el morro se hacen apetitosos platos, y con las tripas se hacen embutidos. Y no me podría olvidar del manjar por excelencia, el cochinillo asado, el lactante animalito entero haciendo las delicias del paladar. Y luego le llaman de mil maneras despectivas, como guarro, puerco, gorrino y otras lindezas, aunque si esos nombres suenan tan mal es porque el bicho es ciertamente inmundo. Curioso contraste, la suciedad en que vive y se revuelca y la exquisitez de su carne. Pero hay quien dice que también las rosas son más bellas si están bien abonadas, es decir, que la muerte y la vida cuando van juntas dan los mejores frutos.

Pero el caso es que, para mayor gloria del cerdo, los biólogos están trabajando para utilizarlo como fábrica de órganos humanos, que resolvería de una vez por todas la escasez de donaciones de órganos para trasplantes. Y lo que sucede es, aunque suene mal el decirlo, que cerdos y hombres somos bastante parecidos interiormente. La técnica consiste en modificar  genéticamente un embrión de cerdo para que no desarrolle un órgano determinado, por ejemplo el hígado, y después inyectar en el embrión células indiferenciadas humanas, de manera que el hígado desarrollado será genéticamente humano. ¡Un cerdo con hígado humano (qué barbaridad, Creador)! A ese embrión híbrido le llaman “quimérico” aludiendo al animal mitológico que tenía cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente. Y va a resultar que el engendro no es una quimera, es decir, algo imposible, sino que está llamando a las puertas de la realidad.

Naturalmente, a nuestro cerdo quimérico habrá que sacrificarlo cuando sea mayor para extraerle el hígado y trasplantárselo al humano de turno. Bien, como todo es aprovechable en el cerdo, servirá de paso para hacer chorizos y jamones, y que nadie lo sepa no sea que le vayan a entrar escrúpulos, porque esto de la biología es demasiado complejo y a lo peor las células humanas del cerdo han emitido efluvios genéticos en su desarrollo y contaminado, humanizándolas, las células porcinas cercanas, de manera que acabamos cometiendo pecado de antropofagia.

Y lo más curioso es que la cabaña porcina futura va a tener muchas más variedades que las tradicionales de bellota, recebo o serrano. Ahora se hablará de variedades hepáticas, renales, cordiales, etc., etc. Habría que levantarle un monumento al generoso cerdo y, por supuesto, cuando a uno le llamen “cerdo”, habría que contestar que muy honrado.

2 comentarios :