Pero la verdad es que el 21 del 2012, a las 12 y 12, no es
más que el solsticio de invierno, el día más corto del año, a partir del cual
el Sol, siempre invicto, comienza a renacer de su supuesta muerte, iluminando
más horas nuestro mundo. Y en el calendario maya, hoy, es el fin de una era de
5.200 años, una entre las que dividen el tiempo del mundo, que no es lineal
sino cíclico, es decir, eterno.
Pero al margen de las culturas y los mitos, lo que sí es
evidente es que estamos propensos en nuestros días a la credulidad
apocalíptica, a la influencia de lo desconocido y lo esotérico como antídoto de
la realidad frustrante que nos toca vivir. Siempre sorprende la credulidad de
la gente, esa creencia ciega y pasiva que espera en una cola interminable a que
le toque la lotería que le redimirá de sus penurias, o al cumplimiento de una
falsa profecía que anuncia la destrucción de un mundo agotado y corrompido. La
fe mueve montañas, pero me temo que no moverá el bombo de la lotería ni los astros
de los que depende nuestra existencia. En todo caso, esperemos a las 7 y 12 de
la tarde en España, que es la hora que corresponde a las 12 y 12 en México… Yo
las doy ya por pasadas.
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