TARJETAS BLACK
Tarjetas opacas o tarjetas en negro, con un límite de 50.000
euros al año, o sea, más de cuatro mil euros al mes, fueron usadas a placer por
83 de los 86 consejeros de Caja Madrid durante nueve años. No había que
justificar los gastos, que podían ser completamente personales. Tampoco
tributaban. Sin distinción de partidos, fueron disfrutadas por miembros del PP,
PSOE, IU, UGT y CCOO. Un buen complemento de sueldo en negro, un caso más de
los escándalos de corrupción a los que vamos estando acostumbrados, que se
producen en todas partes y en todas las formaciones
políticas. Y esto último es lo más lamentable, porque pone en evidencia el
declive y la corrupción de las ideologías, que parecen ser usadas como arma al
servicio de los intereses más bastardos, al servicio de la conquista del poder
y el beneficio personal. La gente normal, los miles de afiliados y
simpatizantes de los partidos políticos, son los incautos que se engañan con la
palabrería de los líderes y sostienen con sus votos a los medradores que hace
mucho tiempo abandonaron y traicionaron sus ideas. Llámese desencanto,
conciencia de una realidad en la que todo funciona por el interés personal y en
la que no adherirse a este principio es ser un ingenuo, tanto como esos
militantes de base que siguen creyendo en los partidos. No nos engañemos, el
asunto de los sobresueldos es una práctica extendida en el mundo empresarial,
bien en dinero negro o prebendas de todos los tipos. Y si estás en la cúpula
directiva de una empresa tienes que aceptar las reglas del juego o despertarás
desconfianza. Hay toda una serie de prácticas como ésta que pasan por normales,
por propias de la “inteligencia” empresarial, como son la evasión de impuestos
y la colocación del capital en paraísos fiscales. Tonto el que no lo haga,
parece rezar una máxima implícita. Podemos llamar a esto corrupción, aunque en
el mundo de la empresa se lo califique de habilidad financiera. La mente del
poder no se parece en nada a la mente del trabajador. El éxito para la primera
es optimizar sus beneficios manipulando la ley, mientras que para la segunda es
seguir manteniéndose a flote cumpliendo con las obligaciones fiscales que una justicia
inmisericorde no permite eludir al que no tiene recursos.
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