Con gran expectación se abrió al público en Junio la nueva
Apple Store de la Puerta del Sol, en el histórico edificio del nº 1, remodelado
interiormente. Las multinacionales nos invaden y se van apoderando de nuestro
patrimonio arquitectónico. Parafraseando a cierto político catalán, las
multinacionales nos roban, no sólo los dineros sino la historia, porque el susodicho edificio tiene una
historia reciente muy significativa para los madrileños. Allí ha estado desde
1936 el famoso anuncio luminoso del “Tío Pepe”, encaramado en su azotea y
presidiendo la vida madrileña como un símbolo del españolismo tópico (ese
cantaor con cuerpo de botella y guitarra), casi tan español para los madrileños
como el “Toro” de Osborne.
Pero Apple no podía estar debajo del “Tío Pepe”, por Dios, parecería
una franquicia andaluza, sobre todo habida cuenta de las dimensiones del
anuncio del vino. Así que hubo que cambiar el anuncio de lugar, al edificio del
nº 11 de la plaza, quedando el del nº 1 limpio de polvo y paja, aséptico. Al
menos, se ha conservado la arquitectura externa original, que data de finales
del siglo XIX. Allí estuvo por entonces el famoso Café de la Montaña, escenario
de tertulias literarias y políticas, que ocupaba la planta baja del edificio y
se abría al exterior por 16 puertas que le dieron el apodo de “café de la
pulmonía”. Fue allí donde Valle Inclán
perdió un brazo en una disputa a causa de un bastonazo que le dio su oponente,
provocándole la fractura del hueso y una infección posterior que obligó a la
amputación. Así de apasionado era el de las ilustres barbas, que había
increpado al del bastón con la conocida frase “¿ y Ud. qué entiende de eso,
majadero?”. Son historias chicas matritenses que hablan de otros tiempos en que
no existían los ordenadores, ni los iPad, ni los iPod, ni los iPhone, que ahora
se extienden encendidos sobre amplios mostradores en la gran sala diáfana del
antiguo café.
Si Valle Inclán levantara la cabeza, sería ahora él quien la
emprendiera a bastonazos, emulando a Don Quijote, contra ingenios tan poco
literarios ocupando el espacio del Café de la Montaña.
En aquellos tiempos a caballo de los siglos XIX y XX, la
vida cultural y de ocio se centraba en los grandes cafés, donde tenían lugar
acaloradas tertulias y discusiones. Allí se enteraba uno de lo que pasaba en la
villa y en España, además de ser lugar de observación de toda la fauna humana
de la época: antiguos congresistas, escritores de todos los pelos, artistas, actores,
comerciantes, jóvenes calaveras, timadores, familias con jovencitas casaderas a
la caza de un joven provechoso, etc., etc. Cada hora del día tenía su público
concreto, siendo por la noche, hasta la madrugada, la hora de las tertulias
vocingleras y apasionadas.
Hoy, esa realidad vivida de cuerpo presente ha desaparecido
a favor del mundo virtual de las comunicaciones digitales, extenso en el
espacio, más rico en información y más pobre en intensidad y contacto humano.
¿Qué será mejor? Apple asegurará que las nuevas tecnologías permiten una
comunicación social más rica y amplia,
pero en la sala ahora desangelada del Café de la Montaña seguirá sonando el eco
de la voz de Valle Inclán: ¿ y Ud. qué entiende de eso, majadero?
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