En invierno no hay problema porque los kilos en exceso
pueden disimularse usando fajas y corpiños que devuelven la imagen soñada, pero
en la playa… ¡ay en la playa!, la grosera realidad de las carnes desparramadas
e hinchadas no se puede escamotear. ¡Hay que adelgazar como sea! Pero ¿cómo
hacerlo en apenas un mes? Hay muchas
opciones, muchas dietas que prometen reducir varios kilos a la semana, como la
dieta de las zanahorias, la dieta baja en hidratos de carbono, la dieta alta en
proteínas, etc., etc. Esfuerzo inútil, porque todas ellas parten de un
principio básico equivocado: adelgazar sin pasar hambre. Al final, las calorías
siguen siendo las mismas tanto si provienen de grasas, hidratos de carbono o
proteínas. Y las dietas vegetarianas extremas nos pueden dejar con poca chispa,
salvo que las profesemos desde hace tiempo y sean lo más equilibradas posible.
El error está, como hemos dicho, en tenerle miedo al hambre, pequeños glotones
de la sociedad de la abundancia que no sabemos mortificarnos.
Pues bien, esa es la dieta eficaz, la fórmula mágica del
adelgazamiento, aunque al alcance sólo de caracteres firmes. Y es una fórmula
de propósito general para domeñar cualquier placer o vicio. Se basa en la
famosa frase que puede leerse en algunos bares: “Hoy no se fía, mañana sí”. Y
por semejanza: “Hoy no fumo, mañana sí”, o, en nuestro caso: “Hoy no voy a comer apenas,
mañana sí”. Con ese cartelito pegado en la puerta de la nevera y respetándolo
fielmente cada día, veremos cómo nuestros kilos descienden sensiblemente desde
la primera semana. Naturalmente comeremos de todo para que nuestro dieta sea
equilibrada, pero reduciremos calorías en base a disminuir la cantidad
ingerida. Y no estará de más tomar algún complemento vitamínico. ¿Pero y el
hambre, qué hago con el hambre?, preguntarán muchos. Pues también hay solución
para los débiles de espíritu que no pueden soportarla. El truco es psicológico
y consiste en cambiar la sensación de malestar propia del hambre en sensación
de placer, sin necesidad de que nos volvamos masoquistas. Hay que pensar que
cada vez que sintamos hambre estamos adelgazando unos cuantos gramos, como así
es en realidad. Esa satisfacción interior de estar adelgazando hará que
aceptemos con relativo agrado las punzadas del hambre. A los pocos días nos
acostumbraremos a esa sensación de quedarnos siempre con el estómago ligero, no
satisfecho del todo; lo que por otra parte es beneficioso para el organismo en
general, que tiene que trabajar menos en procesar los alimentos y se
desenvuelve más ágilmente al tener que arrastrar menos peso en los
desplazamientos.
¡Y a la playa, a la playa!, pero a olvidarse prácticamente de
los chiringuitos y los buenos restaurantes, de la cervecita fresca y las
tapitas, de los gintonics con hielo, de los helados y las horchatas. No sé, no
sé, dirá alguno, quizás sería más fácil y gratificante mandar la dieta a paseo
y decirse cada mañana al despertar: ¡soy una persona gorda, qué pasa! Pero no
desesperemos tan pronto, que hay una alternativa para aquellos que no quieran
privarse del placer de comer y beber: machacarse a diario con dos o tres horas
de tenis, natación o bicicleta. Los milagros no existen en estos asuntos tan
banales.
El precio para el éxito es un trabajo duro, dedicación y determinación que hemos estado dando nuestro mejor esfuerzo para nuestro trabajo.
ResponderEliminarCuando haces algo, hazlo siempre con un alto nivel de entusiasmo y de todo corazón. buena suerte
ResponderEliminarHábitos como quejarse sólo gastar tiempo y energía. No va a cambiar a ti mismo para mejor
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