El caso es que España ha pasado de ser un “Imperio donde no
se ponía el sol”, durante el siglo XVI y XVII, a ser un país invertebrado,
sometido a tensiones fragmentadoras periféricas. Pero he aquí que en medio de
la nada, en la incertidumbre de la crisis económica que exacerba aún más las
tensiones, surge de nuevo una idea que
encaja oportunamente en lo que priva en nuestros días: el mercado global.
España quiere convertirse en una marca y venderse por todo el mundo.
Sí, porque las marcas
ya sabemos de lo que van, de crear una imagen propia y una serie de
asociaciones mentales y emocionales que permitan al consumidor apropiarse de
una personalidad y categoría determinadas por el hecho de poseerlas. Por
supuesto debe existir la calidad, pero ya se sabe el dicho “Cría marca y échate
a dormir”, o algo así, porque las marcas crean adicción. Que se lo digan al
vaquero de Marlboro. Y es que lo importante de una marca consolidada es la
propia marca, el simbolito que la define y que poseyéndolo nos eleva por encima
del común de los mortales. Una mujer que se pasea con una bolsa de ARMANI
adquiere automáticamente un fulgor especial, una clase y sofisticación que la
distinguen y gratifican, aunque la bolsa vaya vacía o lleve dentro una lechuga.
Conozco a alguna que suele sacar sus bolsas de marca a pasear cuando se
encuentra un poco baja de ánimo.
Pero volviendo a la marca España –en eso queremos
convertirnos para salir de la crisis–, habrá que definir muy bien la imagen de
marca, su personalidad. Partamos de los productos que va a amparar:
agrícola/ganaderos tradicionales revestidos de exquisitez, destinados a
paladares cultivados, como es el aceite de oliva virgen, el jamón de bellota,
los buenos vinos, los cítricos de calidad; la mano de obra tradicional, como en
la postguerra, pero ahora cualificada, universitaria, con algo de idiomas para
los que somos todavía algo cerriles; y otra vez el turismo, el sol y las
playas, nuestro salvavidas de siempre en momentos difíciles. En fin, casi
parece que nada ha cambiado desde nuestros peores tiempos, y habrá que adobar
nuestros productos con el carácter alegre y acogedor de nuestra gente, con
nuestra rica historia y cultura, e incluso con algunas muestras de nuestra
tecnología más reciente, como la alta velocidad y las energías renovables. Tampoco
nos olvidemos de nuestro futbol, por Dios. A fin de cuentas, lo importante es una
buena mercadotecnia y crear una imagen de marca interesante. Y que el mundo se
lo crea.
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