
Sin embargo, la moderna realidad virtual es mucho más prosaica, más
en consonancia con nuestro tiempo desangelado, ya que utiliza como medio para
la recreación, exclusivamente, las impresiones de los sentidos. Podría utilizarse
como un complemento de una historia interesante, que potenciara y avivara las
sensaciones y vivencias. Aunque eso está muy lejos todavía. De momento no llega
ni a espectáculo, y se queda en mera experimentación y desarrollo.
Pero hay más virtualidad todavía en nuestro mundo, tanta como
el aire que respiramos en cada momento, contaminado con los productos tóxicos secundarios
de nuestra productividad. La apariencia, el culto a la imagen, la información
engañosa, los artículos de consumo inoperantes que se venden merced a campañas
agresivas de marketing, etc., etc. Por no hablar de la política o la historia.
Todo sucede como si viviésemos en un mundo virtual, aparente, que no existe.
¿Será esa la condición humana, la de tener que imaginar un mundo a partir de
las sensaciones que nos llegan? Y lo peor del asunto es que esas sensaciones están
provocadas y manipuladas en beneficio de los interese de algunos. Sí, habitamos
un espacio virtual, un mundo mental recreado por otros en gran parte. Y la
única rebeldía posible es la de refugiarse exclusivamente en las sensaciones
por sí mismas, como único valor, ya que los relatos de la realidad se han
vuelto en contra nuestra.
Ahí es donde alcanza interés esa realidad virtual
electrónica desligada de los relatos, inductora de meras sensaciones. Triste
destino el tener que ser posmodernos.